Me suelen preguntar, algo perplejas, mis amigas el por qué de tan profunda amistad. Como dijo Robin Food en su programa es «un amigo de la infancia». Aunque no es un dato exacto: hasta la adolescencia solamente era un niño que vivía a tres manzanas de mi casa pero como yo de pequeña no miraba ni hablaba con los chicos de mi barrio (ni con los de fuera del barrio) no nos hicimos amigos hasta que su hermano Juan nos presentó años después, cuando mis timideces se fueron disipando a base de esfuerzo y tesón.
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El otro día en Ondarroa |
Enseguida nos unió nuestra afición por la lectura, los viajes (aunque fueran casi siempre otros los que viajaran), la música, la gastronomía y el running. Aunque no os confundáis. Lorentzero empezó a correr muchísimo más tarde que yo. Recuerdo vívidamente su primer día con zapatillas de deporte, casi me muero de la risa, no le di dos semanas porque mi amigo tenía alergia al deporte. Su primer cuarto de hora corriendo casi lo mata, pero su chica de entonces y su cabezonería hicieron que en poco tiempo me superara y acabara haciendo maratones por el mundo, además de surf en la Zurriola con su amigo Ander.
Si eres de los pocos que aún no lo conoces te aclaro que es cocinero. Ha trabajado con los mejores y ha guisado en importantes y singulares restaurantes. Ya contaba él hace poco sus inicios en el Bodegón Alejandro, qué tiempos, apenas le veía de las horas que metía encerrado en aquella cocina, aprendiendo con Martín Berasategui. Luego empezó a viajar para cocinar por ahí. Yo le seguía en cuanto tenía unos días de vacaciones, aficionándome a la cocina, a las locuras de los cocineros, a Dalí, a los mercadillos de las ciudades, a Benedetti, a los guijarros de calas inaccesibles, a los baretos sórdidos de capitales y a pueblos con nombres de anuncio de lavavajillas, donde las nevadas tumbaban las señales de tráfico y las ventiscas gélidas impedían pensar en algo más allá de un caldo humeante y una pesada manta de lana.
Desde entonces he celebrado algunos de los acontecimientos más importantes de mi vida con su buen hacer en los fogones. Yo comía fatal cuando era todavía más joven de lo que soy ahora y el pobre tenía que inventar recetas con los escasos ingredientes que entraban en mi limitada paleta de sabores. Recuerdo con especial cariño la tarta de limón, chocolate y plátano de la época de Martín Berasategui (en cuántos cumpleaños le hinqué velas!) o los malabarismos que tuvo que hacer para adecuar el menú de El Bulli a mi ingrato paladar. Luego aprendí a comer gracias a un novio madrileño paciente que tuve y ahora disfruto de lo lindo redescubriendo las recetas de mi madre, cocinando con Matteo en casa, estrenando originales restaurantes o revisitando los de siempre, devorando todo lo que Lorentzero crea o compartiendo con él nuevas recetas.
Hoy seguimos intercambiando libros, algo de música y viajamos mucho más, pero el tráfico que nos traemos con especias de países lejanos, quesos de cualquier procedencia, aceites de distintas denominaciones de origen, vinos, sales, cervezas artesanas, arroces de colores o pastas caducadas no es de este mundo.
Nos contagiamos placeres, nos robamos recetarios y nos descubrimos nuevos rumbos –yo le introduje en el mundo del pan y de las masas en general; él me enseña mezclas insospechadas, improvisaciones geniales-. Nos enciendes un horno, nos das una máquina de fotos y nos podemos tirar horas con una botella de vino o un té etíope y el Ultimo de la Fila o Vetusta Morla de fondo, moviendo platos, untando el dedo en la salsa, quemándonos con una focaccia recién horneada y riendollorándonos de nuestros problemas. Incluso, a veces, cuando nuestros achaques nos lo permiten, salimos juntos a correr.
Para colmo, nuestro (h)amor por la cocina y nuestra compenetración (nos entendemos sin hablar, enseguida le noto cuando «se cruza» por mi impuntualidad o tiene un día gris o pletórico) han derivado en una natural colaboración profesional, de forma que lo tengo más cerca que nunca ayudándome con las recetas para www.conservasolasagasti.com. Qué más puedo pedir…
No hay más secreto. Tan sencillo como eso. Seguís sin entenderlo?
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Lorentzero y Marta Olass en Valdevaqueros. |
1 Comment
Hola! Muchas gracias por esta entrada, muy interesante.
Te invito a visitar mi sitio web. Muchas Gracias.
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