Con el verano llegan las ensaladas. Es un clásico por mucho que algunos se empeñen en inflarse a paella a las 3 pm bajo el tórrido sol del Mediterráneo. Yo me estreno con esta ensalada fresca de pasta y pocos ingredientes más. Por fácil, por apetitosa, por equilibrada, por transportable y… porque gusta a todos, especialmente a mis hijas. Hoy la prepara una de ellas, la que no siente especial devoción por la cocina. Le animo porque es su ensalada favorita -y le sigo de cerca en cada paso.
Así preparamos la ensalada fresca de pasta:
Si es para comerla después de una mañana en la playa, como ayer, antes de salir de casa dejamos la mesa puesta y la pasta hervida al dente y refrescada con agua fría en el escurridor, añadiendo al final un chorretón de aceite de oliva para que quede suelta. Tuve que controlar que llenara bien la cazuela con agua: al principio vi que solamente había ocupado un tercio de la misma y le expliqué que la pasta siempre se cuece en abundante agua con sal.
Cuando ya está en ebullición, vertemos la pasta y la dejamos cociendo el tiempo que indique el paquete: puede variar bastante entre un tipo de pasta y otro. A nosotras nos gusta justo al dente, nada blanda. En cuanto suena la alarma, echamos la pasta al escurridor bajo el chorretón de agua fría porque la vamos a reservar y no comerla inmediatamente.
Al llegar a casa unas horas más tarde con hambre canina, le dejé escoger un cuchillo afilado para pelar el aguacate y el tomate y los cortó con cuidado en dados. (Si el aguacate está bien maduro, no cuesta nada pelarlo. Si la piel del tomate está muy pegada, lo escaldo en el agua de cocción de la pasta). Las aceitunas, al ser pequeñas y prietas, las dejamos con el hueso. Cebolleta en juliana -aquí me cedió el cuchillo- salpimentar al gusto y un buen aliño (aceite de oliva virgen extra y vinagre de Jerez, ha elegido ella). Nos servimos cada una de todos los ingredientes. Por último, abre la lata de Bonito del Norte y la divide en los dos platos, coronándolos con los trocitos que va extrayendo.
Tan sencilla, tan rica.
Y ya está. Así le gusta a ella. Y así la devoramos, con gran apetito después de varios chapuzones en las todavía frías aguas del Cantábrico.
* Si los niños son perezosos a la hora de entrar en la cocina te animo a que les propongas preparar su plato preferido. No tiene por qué ser una tarta de chocolate. Atreveos con un primer plato o una ensalada como la de hoy. El hecho de colaborar o, prácticamente, cocinar su menú les proporcionará una gran satisfacción.
Obviamente, hasta el plato más simple os llevará más tiempo de lo normal. Pero con los intentos -y una buena dosis de paciencia la primera vez- irán ganando confianza entre pucheros e interés por lo que comen: los ingredientes (dónde se adquieren, cuál es su origen…) y las formas de cocinarlos. Merece la pena.
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