Las verduras veraniegas nos sugieren muchos platos para comidas campestres, cenas en terrazas, marmitas con recetas sanas, tupers de gran colorido aderezados con Conservas de Pescado Azul.
Ayer compré berenjenas pequeñas, calabacín blanco mini -los que más me gustan porque me recuerdan a los sabrosísimos zucchini italianos-, cebolla morada y tomates de verdad.
Como me conozco y el buen tiempo me priva, sé objetivamente que al salir de la oficina haré cualquier cosa menos ir a casa a cocinar teniendo a mano un puñado de playas a orillas del Mar Cantábrico con chiringuitos como el de la playa de Laga, Gure Aitona en Orio o La Carpa en Ondarreta-Donostia, donde poder sobrevivir a base de ricas raciones, bocadillitos, una cerveza y un café rico.
Pero ahí está mi compra del mercado, que con el calor acabará mustia. Y ese hambre perruno con el que una llega a casa a las tantas después de todo un día fuera, madrugón incluido, vestida de trabajo y calzando chancletas llenas de arena. Por eso traigo esta receta tan socorrida en mi casa. Me la enseñó Lorentzero y va perfecta como guarnición con carne o pescado, como plato único acompañada de arroz o, la de hoy, con filetes de Anchoa del Cantábrico.
Unos pasos muy sencillos para dejar medio preparada esa cena que nos sabrá a gloria: Lavar una berenjena, un calabacín, un tomate hermoso. Cortarlos en redajas de medio centímetro. Cortar una cebolla morada en rodajas gruesas e ir intercalando toda la verdura como más nos guste en la fuente de horno, chorretón de aceite de oliva virgen extra, salpimetar y, esta vez, he añadido salvia, romero y tomillo frescos.
Al horno a 180º durante 40 minutos. Yo lo he programado, de modo que al llegar a casa aún estaban templadas. Llegar con hambre y con sed, tener esto preparado, abrir una botella y una lata de filetes de Anchoa del Cantábrico. Ya está. Así de fácil, así de mmmmmm.
No Comments