Esta es una de esas fechas que nos gusta celebrar. Claro que el mejor regalo del día del padre es poder estar con él. Y por eso mismo, en nuestro mundo conservero, es especial.
En este sector, hombres y mujeres se reparten el trabajo en diferentes faenas: Fundamentalmente se puede dividir entre el trabajo en la mar y el trabajo en tierra. Ambos son nobles, tradicionales y necesarios. Con la diferencia de que la mujer es la que se suele quedar y, además de limpiar, cortar y envasar el pescado, remendar las redes, llevar la contabilidad o los análisis sanitarios, tiene que hacerse cargo de la casa, de la familia, de las finanzas domésticas, de suplir una figura en las largas ausencias.
Así el post de hoy no sólo es un homenaje para los padres marineros, sino también para todas las mujeres, especialmente las que trabajamos en el sector conservero. Juntos nos complementamos y somos mejores.
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Cuando el padre está en la mar.
Aquí los aitas arrantzales (que se dedican a la pesca de bajura o de altura) suelen empezar a faenar este mes e intentan arañar días para pasar en tierra, tratando que les toque el 19 celebrar su día en familia. Difícil, porque la anchoa ya está aquí. Y luego, durante el resto del año se pierden muchísimas -casi todas las- fechas alegres: cumpleaños, aniversarios, fiestas del pueblo…
El 19 de marzo hacen lo posible para estar con sus familiares cercanos y abrir los regalos que les tienen preparados sus pequeños, manualidades hechas en el colegio y en casa, fundamentalmente. Si están en la mar, y para muchos de ellos es lo habitual, todos estos detalles cariñosos les esperan a su regreso. Y ¿sabes quién suele recibir los regalos el mismo Día del Padre? El aitona, el abuelo, que no suele andar lejos.
«Hay muchos momentos familiares que el marinero de altura, por su tipo de vida, se pierde y son imposibles de recuperar. La mar les roba mucho tiempo de estar con nosotros para poder traer un salario digno a casa«. Así me lo está contando Esti, una compañera en Olasagasti, cuyo padre y marido son marineros. Sabe de lo que habla.
Y ahora, ni tan mal, porque con la tecnología los familiares pueden hablar con ellos casi a diario o mandarse mensajes y verse en videollamadas. Algo impensable hace unos años que, cuando se marchaban -sin móviles en uso-, apenas se recibía una llamada esporádica desde algún lejano puerto o una carta en meses.
Que la vida del marinero es dura lo sabemos aunque a veces es difícil imaginar cuánto si no vivimos con alguno. A los largos periodos de ausencia hay que sumar situaciones de peligro y accidentes habituales. No es fácil para sus compañeras e hijos vivirlo de lejos. Ni hacerse cargo de todo-todo solas.
Abuelos en casa.
Lo que suelen hacer mis compañeras que tienen a sus maridos faenando es tener muy presentes a los abuelos. Algunos incluso, en temporada de pesca, se trasladan al hogar para echar una mano. Y es el abuelo, como decía antes, el que muchas veces recibe ración doble de obsequios por el día del padre; Esto se ha visto toda la vida en los pueblos pesqueros. Algunas me cuentan que lo recuerdan como hijas, en los tiempos de su niñez, con una mezcla de alegría y tristeza al mismo tiempo.
Así el post de hoy no sólo es un homenaje para los padres marineros, sino también para todas las mujeres, especialmente las que trabajamos en el sector conservero. Juntos nos complementamos y somos mejores.
Regalo del día del padre.
Si tienes la suerte de tener padre/aita cerca o una persona querida que lo es, estos lomazos de bonito del norte y de atún claro, serán un motivo de celebración y de disfrutar de su compañía. Porque los regalos compartidos saben mucho mejor. Y si son hechos con cariño a mano y de forma artesanal (como las manualidades de los niños), el agradecimiento es infinito.
Queremos acompañarte ese día, por supuesto, y por eso nos hemos decantado por estos tarros de bonito del norte y de atún claro, los favoritos de nuestros aitas pescadores, para ponértelo fácil a la hora de darle una buena sorpresa.
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Haz feliz a esa persona especial en tu vida. ¡O hazte feliz a ti! Porque regalar es vivir, incluso a uno mismo, a una misma.
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