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Pasta fresca con salsa de tomates secos (o el plan de Guille)

12/11/2013

Tonta tarde de domingo de otoño. Está lloviendo y ahí fuera hace frío. Los deberes están hechos, la televisión está apagada, me acerco el libro con el pie para no despertar a Ana que ocupa tres cuartas parte del sofá y miro de reojo a Guillermo que mira embelesado las gotas que se deslizan en el cristal formando caminos verticales, juntándose unas con otras, aumentando su tamaño, ganando más peso y cayendo más deprisa. «Guille!» le sobresalto. «Hacemos algo divertido en la cocina?»

Su carita cambia instantáneamente. Echaba de menos las manualidades con su padre: amasar pan, preparar el desayuno para mami, las meriendas golosas a base de madalenas recién horneadas… en un centro de operaciones que ha entendido que es el corazón de la casa.
Nos acabamos de mudar y estamos agotados. Dicen que las mudanzas provocan discusiones, caída de cabello, desidia y mal humor. Nuestro síntoma es no poder ni movernos del cansancio pero nuestro pequeño merece un esfuerzo: cerramos la puerta de la nueva y flamante cocina, il cuore de la casa, ponemos suave «O cammello ´nnammurato» de Pino Daniele y sacamos la Imperia para preparar pasta fresca.

Llevamos una semana mal comiendo, picoteando aquí y allá, Guille acostumbrándose a los menús de su nuevo colegio y nosotros deseando estrenar nuestro comedor: son la mesa y las sillas de antes pero aquí lucen mejor.
Tenemos una nueva adquisición en la cocina: una mesa blanca de cristal espaciosa que llama a trabajar sobre ella. La harina cae fantástica encima; mezclamos los huevos que metemos en el volcán y amasamos juntos, divertidos, yo con un vaso de Barolo cerca, Guille con un batido de fruta de una huerta en Madrid que nos ha salvado las dos últimas cenas.
A Ana le despiertan nuestras risas y nos mira a través del ojo de buey de la puerta corredera que nos separa. Cuando ve el polvo blanco que cubre media cocina decide llenarse su copa de vino y desaparecer para poner la mesa lejos de nuestras manos pegajosas.
Os dejo con Guille, ufano, tras cortar y cocer la pasta. Aún no hemos hecho la compra pero algunas conservas viajaron con nosotros. No queremos complicarnos: aceite de oliva virgen extra y unas cucharadas de salsa de tomates secos Olasagasti que puedes comprar online en este enlace.
Salsa italiana de Tomates Secos

Buon appetito, ragazzi.

Esta historia es ficticia pero me he inspirado en unas personas maravillosas muy reales. Espero que a ellos les haya gustado.

 
Marta Olass
Daniel Sánchez, incansable con su cámara, por Kaiku

 

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