Toda la mañana trabajando y corriendo de un sitio a otro. Por qué me habré comprometido un martes a invitarles a comer si siempre me pilla el toro? Días antes estoy encantada con la idea: me apetece mucho que vengan a casa, pienso en estrenar algo para la ocasión (un pañuelo, una ensaladera) y hacer una buena compra en el mercado con una cesta desbordante de pescado, hortalizas y huevos de las caseras. Así cocinaré también para la noche y para el día siguiente.
Pero no… la realidad es que estoy lejos del mercado, me han cerrado la pescadería en las narices y solamente puedo comprar pan porque no cierran a mediodía. Es lo que tiene la ciudad en la que vivo: es maravillosa pero lo de los horarios lo llevan a rajatabla. Y en mi familia nunca hemos sido de respetarlos: remolones los fines de semana, desayunando tardísimo (nosotras trajimos el brunch a esta parte del mundo), comiendo a la hora de merendar y disfrutando de largas cenas a deshoras, que a veces pueden ser tempraneras mezclándose con la comida; en nuestra casa nunca se sabe!
Así me cierran todo los sábados (cuando se supone que hay más tiempo para esos quehaceres) pero también los martes o los jueves, ya no tanto por remolona sino porque intento hacer en cinco horas las tareas que deberían hacerse en siete (te suena?) Y los comercios no lo entienden. Y cierran a la 1. Y el frutero y el zapatero se van tan tranquilos a sus casas sin darse cuenta de que necesito vitaminas o pegar la suela de mi zapato que va descomponiéndose de tanto andar-correr.
Y qué pido yo a un martes, con lo liados que andamos todos entre semana, soñando con dedicarme tres horas a la cocina? Ilusa!
Ya sabéis cómo acaba esta historia: bendito congelador y adorada despensa!!
«Pasta variada siempre tengo en la despensa», pienso mientras aparco el coche a las 13,30. Escojo unos spaghetti BIO integrales. Qué les añado? Busco en el congelador y tengo unos langostinos que guardé hace ya unas semanas; bastarán. Mientras se van descongelando en el programa lento del microondas voy poniendo la mesa y pensando en la salsa. Tengo los ingredientes básicos de cualquier casa: ajo, cayena, aceite de oliva virgen extra… y lo que todos deberíamos tener por versátil y sabrosa: salsa de tomates secos Olasagasti. Ya tengo el plato!
Ingredientes para 4 personas:
Medio kg de espaguetis integrales
2 dientes de ajo grandes ó 3 medianos
1 guindilla
1 cucharada sopera de salsa de tomates secos
1/2 kg de langostinos frescos o congelados
Aove y sal
Elaboración:
Mientras hierve la pasta sofrío el ajo con la guindilla hasta que empiezan a dorar los primeros.
Añado los langostinos pelados. Los rehogo unos segundos e incorporo la salsa de tomates secos Olasagasti.
Lo mezclo bien y vuelco la pasta recién cocida en la sartén para unir bien los sabores. Ya tengo los perfectos espaguetis con mis hermanas en la mesa. Humeantes y apetitosos.
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